La Organización de las Naciones Unidas (ONU) repite a menudo que la humanidad ganará o perderá en sus ciudades la batalla por los objetivos del desarrollo sostenible: las tecnologías sustentables pueden ser usadas para cubrir las necesidades básicas y sanear el medio ambiente, y las estrategias territoriales pueden garantizar que nadie ni ningún lugar se queden atrás. Por eso la ONU celebra hoy el Día Mundial de las Ciudades, una ocasión destinada a promover la planificación urbana y la innovación sostenible en todo el mundo.
Mientras tanto, en el Gran San Miguel de Tucumán proliferan las villas miseria, los conflictos en el sector del transporte, las calles rotas, las cañerías obsoletas, los basurales y los delitos, entre otros dramas cotidianos que tal vez hacen del Día Mundial de las Ciudades una utopía primermundista. Sin embargo, la capital de la provincia ya cuenta con algunas herramientas tecnológicas propias de las ciudades inteligentes, innovadoras y sostenibles, como los faros led y las cámaras urbanas de seguridad.
Así, aunque todavía falten muchas políticas públicas y privadas para avanzar hacia una ciudad más moderna y justa, en los últimos años sí se ha dado uno que otro paso en esa dirección. En todo caso, si Tucumán se convirtiera del todo en una ciudad inteligente, quedarían atrás muchos de sus problemas: esos lugares no tienen basurales ni villas miseria y responden con buenos bienes públicos a las necesidades de sus habitantes. Pero, aparte de la solución de las dificultades sociales, económicas y políticas de la provincia y el país, ¿qué hace falta para que esto suceda?
Mayor articulación
Antes que nada, la directora del Observatorio de Fenómenos Urbanos Territoriales de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), Marta Casares, advierte que introducir tecnología no basta para responder a los problemas urbanos. “Si bien la innovación urbana permite optimizar el uso del espacio público, pensar en la tecnología como herramienta mágica es una simplificación extrema. En realidad, los grandes desafíos son la gobernanza y la planificación para incluir a los que están marginados”, sentencia.
Según Casares, la Capital y su área metropolitana (que incluye Yerba Buena, Tafí Viejo, Las Talitas, La Banda, Alderetes y las comunas aledañas) padecen un problema básico: su complejidad administrativa. “Esta representa sin duda un desafío político, de búsqueda de consensos y articulación -explica-: hoy hay un sistema urbano sin una agenda común y con muchos subsistemas que tienen diferentes objetivos, complejidades y capacidades. Por eso necesitamos un proyecto metropolitano de gestión urbana que ponga el acento en distribuir bienes y servicios de manera sostenible y con equidad”.
Servicios cercanos
¿Resulta imaginable una ciudad en donde todo lo que los tucumanos necesitan (comercios, trabajo, escuela, entretenimiento) está siempre a no más de 15 minutos, a pie o en bicicleta, de la casa? Al menos en el caso de los parisienses, la idea ya está en marcha: el concepto “ciudad de 15 minutos”, acuñado por el profesor de la Sorbona Carlos Moreno, forma parte del plan de la alcaldesa Anne Hidalgo para reducir la contaminación y mejorar la calidad de vida en la capital francesa.
En Tucumán, en cambio, la urbanización va en dirección opuesta: aún carga con el peso del modelo del siglo pasado, que dependía del transporte a motor y separaba el espacio residencial del destinado al trabajo, el comercio y el entretenimiento. En particular, Casares alerta sobre la crisis de movilidad: “el sistema que tenemos perdió su eficiencia en todos los sentidos: empresarial, ambiental y con relación a sus usuarios. Debemos observar cómo ha crecido la estructura urbana, dotar a cada comuna y municipio de todos los bienes y servicios y responder así al concepto de ciudad de 15 minutos”.
Mónica Ailán, directora de Planeamiento Urbano de la capital, cuenta que su cartera trabaja en modernizar el esquema de urbanización para descomprimir la zona central de la ciudad y, por lo tanto, generar pequeños centros en cada barrio del municipio. “Hoy el área de dentro de las cuatro avenidas tiene muchísima carga de gente, autos, contaminación y ruido -observa-. Nuestra intención es fortalecer en cada barrio una calle principal y llevar allí servicios y equipamiento comunitario para que todo el mundo pueda hacer los trámites cerca de su casa. Es un proceso continuo tanto para evitar la congestión en el centro como para integrar y mejorar infraestructura de la periferia”.
Más innovación
De acuerdo con Casares, hay que pensar en términos de equidad, cercanía, infraestructura verde y, en síntesis, derecho a la ciudad. Las bicicletas públicas, las energías renovables para el transporte, la creación de más parques y plazas, la separación de residuos, las tecnologías de la información y la descentralización de los bienes y servicios públicos y de la economía privada son algunos de los recursos que idearon los Gobiernos creativos y proactivos que ya piensan en esos términos.
Para Ailán, estas soluciones no tienen por qué ser privilegios del Primer Mundo. Por el contrario, ella considera que han marcado tendencia global y en parte ya son accesibles a las ciudades en vías de desarrollo. “En el municipio estamos trabajando para sanear el medio ambiente: hay una ordenanza de terrazas verdes, con el fin de disminuir la carga energética de la ciudad; un programa de hermandad con la ciudad de Erfurt, que nos propuso incorporar paneles solares en los techos de los edificios municipales y en los espacios verdes, y un proyecto de ciclovías para toda la ciudad, porque creemos que hay que darle a ese transporte un espacio seguro, iluminado y señalizado”, resume.
Además, la directora de Planeamiento Urbano recuerda que su municipalidad ha colocado alumbrados led y monitorea los semáforos y el espacio público con cámaras de seguridad. Y acerca del San Miguel de Tucumán del futuro, proyecta: “imagino una ciudad ordenada y limpia, donde el ciudadano no espere que todo lo haga el Estado, sino que también aporte lo suyo, plante su árbol, mantenga su vereda y su casa y respete a los demás”. Entretanto, Casares transmite: “quisiera una ciudad donde a mis hijos y mis nietos les gustaría vivir, un área metropolitana inclusiva y sostenible, a la que los tucumanos verían como el mejor lugar para vivir”.
Londres: la ciudad más inteligente del mundo
La última edición del IESE Cities in Motion, ránking elaborado por la Universidad de Navarra, le otorgó el puesto de ciudad más inteligente del mundo. Además de ser una metrópoli llena de paneles solares y con una estricta política de reciclaje, cuenta con los peculiares City Trees, muebles urbanos que filtran el dióxido de carbono y recopilan datos sobre el medio ambiente. También cuenta con eficaces sistemas de comunicación entre el Gobierno y la ciudadanía y un plan muy ambicioso: para 2041, el 80% de los trayectos deberán hacerse a pie, en bicicleta o en transporte público.
Santiago de Chile: genera soluciones urbanas sostenibles
Es la ciudad más inteligente de América Latina, según el índice IESE, y cuenta con un programa público-privado dedicado a la generación de soluciones urbanas sostenibles. Está en proceso la implementación de la electromovilidad en la ciudad (se pretende que para 2025 el 25 % del transporte público funcione con energía eléctrica) y existen programas de monitoreo ambiental, manejo de residuos, economía circular y gestión del agua, entre otros. La capital de Chile se está transformando de esta manera en una demostración de que las ciudades inteligentes no quedan tan lejos de aquí.
Tokio: una urbe enfocada en el medio ambiente
Su ajetreada mezcla de lo ultramoderno con lo tradicional le valió el lugar de ciudad más inteligente de Asia en el IESE del año pasado. Más que en los datos y la tecnología (aunque también es líder en esos sectores), la capital de Japón se enfocó en el medio ambiente y la sostenibilidad. Tiene sistemas de gestión de energía en casas, edificios y fábricas con el objetivo de reducir las emisiones de dióxido de carbono. También cuenta con un parque de prevención de desastres, que es un espacio verde capaz de convertirse en un búnker de supervivencia para los ciudadanos.